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Lost in Translation: Palabras intraducibles
«Un estudiante fue a tomar clases de violín. No tenía demasiado talento y el profesor lo interrumpía con su voz fría e insoportable, echándole en cara sus errores. Se sentía humillado, tenía ganas de llorar. Pero en lugar de esforzarse por evitar errores y tocar con mayor precisión, empezó a hacerlos aposta, la voz del maestro era cada vez más insoportable y más enfadada y él se hundía cada vez más profundamente en su lítost».
Este es uno de los ejemplos que utiliza Milan Kundera en El libro de la risa y el olvido para ilustrar el significado de la palabra «lítost», que, en palabras del propio Kundera, representa «un estado de padecimiento producido por la visión de la propia miseria puesta repentinamente en evidencia». El escritor ha necesitado 16 palabras para describir este concepto, mientras que el traductor al castellano de su novela ha preferido no traducirlo.
De viaje por las palabras sin equivalente
Dicen que una lengua va estrechamente ligada a la cultura a la que da voz y, por eso, en el mundo de la traducción nos enfrentamos a diario con conceptos sin un equivalente en nuestra lengua de llegada. La cultura nipona es fascinante, especialmente desde el prisma de los términos intraducibles. Una de las palabras más bonitas del japonés es, sin duda, «komorebi», con la que se describe la luz que se filtra a través del follaje de los árboles. Aunque si hay un rasgo por el que conocemos a los nipones, este es su cultura del trabajo y del esfuerzo. Tanto es así que en japonés existen palabras como «kyoikumama», una madre que presiona en exceso a sus hijos para obtener la excelencia académica, o incluso «karoshi», la muerte por sobrecarga de trabajo.
La alemana es otra cultura íntimamente ligada con la profesionalidad y la seriedad, por lo que no es extraño hallar bastantes palabras sin traducción relacionadas con el entorno laboral. «Feierabend» ilustra esas horas de la tarde en las que un trabajador ha acabado su jornada laboral; unas horas que pueden ser complicadas para aquellos que sufren de «Freizeitstress» o, lo que es lo mismo, esa situación de angustia al acumular demasiadas actividades durante las horas libres. En cambio, los teutones pueden sentir «Torschlusspanik», el miedo a perderse algo en la vida, a que se nos cierren puertas con el tiempo.
No abandonamos Alemania sin antes mencionar una palabra con algo más de malicia: «Schadenfreude», que literalmente significa alegrarse por el mal ajeno. En el extremo contrario, se halla el concepto budista de «mudita», que se utiliza para mostrar la alegría por la ventura de la otra persona.
Acabemos nuestro viaje con otro gran escritor, Vladimir Nabokov, autor de la célebre obra Lolita. Nabokov defendía que no hay ninguna palabra intraducible, pese a los quebraderos de cabeza que tenemos los que nos dedicamos a esta profesión. Así las cosas, se vio obligado a precisar que ningún término inglés era capaz de cubrir todos los matices de la palabra «toska»: «Ninguna palabra del inglés traduce todas las facetas de toska. En su sentido más profundo y doloroso, es una sensación de gran angustia espiritual, a menudo sin una causa específica. En el aspecto menos mórbido, es un dolor sordo del alma, un anhelo sin nada que haya que anhelar, una añoranza enferma, una vaga inquietud, agonía mental, ansias. En algunos casos podría ser el deseo por algo o por alguien en particular, la nostalgia, una pena de amor. En su nivel más bajo, se reduce al hastío, al aburrimiento».
Consejos prácticos para afrontar la traducción de palabras intraducibles
El hecho de que a menudo topemos con palabras que no tienen traducción está relacionado con el concepto de que una lengua responde a las necesidades a las que se enfrentan sus hablantes en su día a día, por lo que no podemos traducir palabra por palabra. Antes de entrar en pánico, lo mejor que podemos hacer los que nos dedicamos a esta profesión es pararnos a analizar el contexto para decidir la mejor manera de atacar el problema. Muchas veces el contexto nos dará la solución, pero antes de llegar a ese punto, te damos una serie de recomendaciones para que el proceso sea lo más enriquecedor posible:
- Documéntate. Si no conoces esta palabra o no tienes del todo claro su significado, busca toda la información posible al respecto. Cuanto más la conozcas y más sepas todas las connotaciones que esconde, más fácil te será dar con una alternativa.
- Analiza el contexto. En función del texto con el que estés trabajando, cambiará tu decisión sobre cómo abordar el problema. No es lo mismo una novela que un texto técnico, un balance de cuentas de una empresa o un texto publicitario. Averigua cuál es la función del texto y el papel que juega esa palabra dentro de este.
- Analiza la audiencia. En relación con el punto anterior, piensa quién es el destinatario final del texto. Esto es clave para saber los conocimientos que puede o no tener del idioma y la cultura originales.
- Toma una decisión. Una vez tengas claro el significado de la palabra y el contexto en el que se halla, es el momento de decidir qué tiene más sentido. Por norma general, se desaconseja el uso de las notas a pie de página, aunque puede ser útil en caso de monografías científicas. Otro de los trucos consiste en mantener el término y añadir la explicación como una aposición (entre paréntesis o entre comas). Esta opción no es la más recomendable si en el texto aparecen muchas palabras sin traducción, pues podría alargarse en exceso. En este caso, puedes ofrecer una traducción aproximada que sea lo más fiel posible a la realidad que retrata ese término, aunque por el camino puedas perder alguna de sus connotaciones.
Estas son algunas de las herramientas con las que trabajamos los traductores habitualmente.
¿Se te ocurre alguna más? ¿Conoces alguna palabra que entre dentro de esta categoría y quieres compartirla con nosotros? Te invitamos a dejarnos un comentario para seguir conociendo más palabras sin traducción.
¡Hasta la semana que viene!